Nuestra Misión
Las Sagradas Escrituras
Aceptamos la Biblia, 39 libros del Antiguo Testamento y 27 libros del Nuevo Testamento como la Palabra escrita de Dios y como un registro esencial e infalible de la autorrevelación de Dios a la humanidad. Habiendo sido dadas por Dios, las Escrituras son completamente y verbalmente inspiradas por Él, de manera que, como originalmente dadas, las Escrituras están libres de error en todas sus enseñanzas. Asimismo, cada sección de las escrituras debe interpretarse de acuerdo a su contexto y propósito original y en obediencia reverente a Dios quien habla a través de ellas con poder viviente. La Biblia nos guía a la salvación por medio de la fe en Jesucristo y exhorta a todos los creyentes a estudiarla y a aplicarla diligentemente a sus vidas. En este sentido, las Escrituras tienen autoridad y son suficientes para ser la guía y regla normativa para todo lo concerniente a la vida, la práctica y la doctrina cristiana. Por lo anterior, nada se les deberá agregar, quitar o cambiar por tradición posterior, por revelación extra-bíblica, o por sabiduría mundana. Toda formulación doctrinal, sea de credo, confesión o teología deberá ser puesta a prueba por todo el consejo de Dios contenido en las Sagradas Escrituras.
Dios es Trino
Creemos que hay un solo Dios: infinito, eterno, todopoderoso, y perfecto en santidad, verdad y amor. En la unidad de Dios hay tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, coexistentes, co-iguales, co-eternos. El Padre no es el Hijo y el Hijo no es el Espíritu Santo, sin embargo cada uno es verdaderamente Dios. Un Dios – Padre, Hijo y Espíritu Santo – es el fundamento de la fe y la vida Cristiana.
Dios el Padre
Dios el Padre es el Creador del cielo y de la tierra. Por Su palabra y para Su gloria, Él libremente y sobrenaturalmente creó el mundo de la nada. A través de Su misma Palabra, Él sustenta diariamente a todas Sus criaturas y gobierna sobre todo y todos. Siendo Él el único Soberano, Sus planes y propósitos no se pueden impedir o frustrar. Él es fiel a todas sus promesas y hace que todas las cosas obren para bien de aquellos que le aman y en su gracia incomprensible dio a Su Hijo Jesucristo para la redención de la humanidad. Creó al hombre para tener comunión con Él mismo y determinó que toda la creación debiera vivir para la alabanza de Su gloria.
Jesucristo
Jesucristo, el Unigénito Hijo de Dios, el Verbo eterno que estaba con Dios y era Dios, fue hecho carne habiendo sido concebido de manera sobrenatural por el Espíritu Santo y habiendo nacido de la Virgen María fue plenamente hombre y plenamente Dios. En esta condición, fue perfecto en naturaleza, enseñanza y obediencia. Por medio de Él todas las cosas vinieron a ser y fueron creadas. Él fue antes que todas las cosas y en Él todas las cosas se sostienen por la palabra de Su poder. Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación, y en Él habita corporalmente toda la plenitud de la deidad. Él es el único Salvador y Su sangre derramada y Su muerte vicaria en la cruz del Calvario es el único medio para obtener perdón, redención y justificación ante un Dios Santo. Por su muerte en nuestro lugar, reveló el amor de Dios hacia nosotros y además eliminó nuestra culpabilidad y nos reconcilió con Dios, sin comprometer y sosteniendo la justicia divina. Habiendo pagado el precio de nuestra redención librándonos de la tiranía y las consecuencias del pecado, al tercer día resucitó corporalmente de la tumba, victorioso sobre la muerte y los poderes de las tinieblas y por un período de 40 días se apareció a más de 500 testigos dejando muchas pruebas convincentes de Su resurrección. Después, ascendió a los cielos en donde, a la diestra de la Majestad de Dios, intercede por los suyos y gobierna como Señor de todas las cosas. Él es la Cabeza de Su cuerpo, la Iglesia, y debiera ser recibido y amado, servido y obedecido, alabado y adorado por todos.
El Espíritu Santo
El Espíritu Santo es el Señor y Dador de la vida que trae convicción de pecado, de justicia y de juicio al mundo. Por medio de la proclamación del Evangelio, el Espíritu Santo nos lleva al arrepentimiento de nuestros pecados y a confesar a Jesús como nuestro Salvador y Señor. Por el mismo Espíritu una persona es llevada a confiar en la misericordia divina. El Espíritu Santo une a los creyentes con Jesucristo por medio de la fe, hace acontecer el nuevo nacimiento y habita dentro de los que han sido regenerados. El Espíritu Santo ha venido para glorificar al Hijo, quien a su vez vino para glorificar al Padre. Él llevará a la Iglesia a un entendimiento correcto y a una fiel aplicación de la verdad de la Palabra de Dios. Él deberá ser respetado, honrado y adorado como Dios la Tercera Persona de la Trinidad.
El Hombre
Dios hizo al hombre – varón y hembra – en Su misma imagen. Lo hizo la corona de Su creación para que tuviera comunión con Él. Tentado por Satanás, el hombre se rebeló contra Dios quedando apartado de su Hacedor como consecuencia de su pecado y sin dejar de ser responsable ante Él. Por causa del pecado, el hombre está sujeto y es merecedor de la ira divina. Su naturaleza ha sido corrompida y contaminada por el pecado y sin la gracia de Dios es incapaz de volver a Dios. Esta depravación de la naturaleza humana es radical y abarca todo su ser. Afecta su mente, su voluntad y sus inclinaciones. El hombre no regenerado vive bajo el dominio del pecado y de Satanás, está en enemistad con Dios, es hostil hacia Dios, y aborrece a Dios. La gente pecadora y caída, cualquiera que sea su carácter o sus logros está perdida y no tiene esperanza aparte de la salvación que se encuentra en Cristo.
El Evangelio
Jesucristo es el Evangelio. Las buenas nuevas son reveladas en Su nacimiento, vida, muerte, resurrección y ascensión. La crucifixión de Cristo es el corazón del Evangelio, Su resurrección es el poder del Evangelio y Su ascensión es la gloria del Evangelio. La muerte de Cristo es un sacrificio en sustitución nuestra y también es propiciatoria ante Dios por nuestros pecados. Su sacrificio en la cruz satisface las demandas de Su justicia santa y aplaca Su ira santa. Asimismo, Su sacrificio en la cruz es evidencia del amor incomprensible de Dios, así como de Su asombrosa gracia hacia el hombre. Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres no habiendo otro nombre por el cual los hombres puedan ser salvos. En el corazón de toda sana doctrina está la cruz de Cristo y el infinito privilegio que toda persona redimida tiene de glorificar a Dios por lo que Cristo logró en la cruz. Por lo tanto, queremos que todo lo que tome lugar en nuestro corazón, iglesia y ministerios, surja de y esté relacionado con la cruz.
La Respuesta del Hombre al Evangelio
La respuesta del hombre al Evangelio está arraigada y fundada en la libre e incondicional elección de Dios para Su propio deleite y gloria. También es verdad que el mensaje del Evangelio solo es efectivo para aquellos que se arrepienten genuinamente de sus pecados, y que por la gracia de Dios, responden con fe salvadora en Cristo. Este Evangelio de gracia debe ser sinceramente predicado a todos los hombres en todas las naciones. El arrepentimiento bíblico se caracteriza por una vida cambiada, y la fe salvadora tiene como evidencia el servicio en el Reino de Dios y las buenas obras. Aunque ni el arrepentimiento ni las obras por sí solos salvan, una persona no puede ser discípulo de Cristo a menos que esté dispuesta a negarse a sí misma, tomar su cruz y seguirlo.
La Herencia del Hombre por Medio del Evangelio
La Salvación, es un don de Dios que es dado y obtenido únicamente por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo y para la exclusiva gloria de Dios. Cualquier persona que, viendo hacia Cristo y Su muerte en la cruz en sustitución de él, se aparta del pecado en arrepentimiento, nace de nuevo a una vida eterna por medio del Espíritu Santo y es declarado sin culpa de parte de Dios. En ese momento la justicia de Cristo es atribuida a dicha persona siendo declarada justa delante de Dios y totalmente aceptada por Él. Por medio de la obra expiatoria de Cristo el hombre es reconciliado con Dios como Padre y se convierte en Su hijo. Por medio del milagro de la regeneración el hombre es perdonado de la deuda por su pecado, es liberado de la ley del pecado y de la muerte y es llevado hacia la libertad del Espíritu de Dios.
La Santificación
El Espíritu Santo es el agente activo en nuestra santificación y busca producir Su fruto en nosotros a medida que nuestras mentes son renovadas y somos conformados a la imagen de Cristo. Aunque el pecado que mora en nosotros continúa siendo una realidad, al ser guiados por el Espíritu crecemos en el conocimiento del Señor cumpliendo libremente Sus mandamientos y esforzándonos a vivir en el mundo de tal manera que toda la gente pueda ver nuestras buenas obras y así glorifiquen a nuestro Padre que está en el cielo. Todos los creyentes son exhortados a perseverar en la fe, sabiendo que darán cuentas a Dios por cada pensamiento, palabra y obra. Las disciplinas espirituales, especialmente el estudio de la Biblia, la oración, la adoración y la confesión, son instrumentos o medios vitales de gracia en este respecto. Sin embargo, la confianza final del creyente para perseverar, está basada en la promesa segura de Dios de preservar a los suyos hasta el fin de los tiempos.
Investidos de poder por el Espíritu
Adicionalmente a la obra de regeneración y santificación en la vida del creyente, El Espíritu Santo enviste a los creyentes con poder para testimonio y servicio cristiano. Aunque el Espíritu Santo hace morada en todo creyente genuino al momento de su conversión, el Nuevo Testamento también señala la importancia de la obra continua y capacitadora en la vida del creyente después de su conversión. Tener al Espíritu Santo y ser lleno del Espíritu Santo son experiencias teológicamente distintas. El Espíritu Santo desea llenar a cada creyente continuamente con cada vez más poder para la vida y el testimonio cristiano, e imparte sus dones sobrenaturales para la edificación del Cuerpo de Cristo y para diferentes obras de ministerio alrededor del mundo. Todos los dones del Espíritu Santo que operaron en la iglesia del primer siglo están disponibles hoy, son vitales para la misión de la Iglesia y deben ser ardientemente deseados y practicados
La Iglesia
Dios por medio de Su Palabra y Espíritu crea la Iglesia llamando a pecadores de entre toda la raza humana a la comunión en el Cuerpo de Cristo. Por la misma Palabra y Espíritu Él guía y preserva esa nueva humanidad redimida. La Iglesia no es una institución o denominación religiosa. Más bien, la Iglesia universal está compuesta por aquellos que se han convertido en genuinos seguidores de Jesucristo y que se han apropiado personalmente del Evangelio. La Iglesia existe para alabar y glorificar a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. También existe para servirlo a Él haciendo Su voluntad fielmente en la tierra. Esto implica el compromiso de que el Evangelio sea predicado e iglesias sean plantadas en todo el mundo como un testimonio. La misión primordial de la Iglesia es hacer discípulos por medio de la predicación del Evangelio. Cuando Dios transforma la naturaleza humana, las personas transformadas se convierten en el medio principal para la transformación de la sociedad. En el momento de la conversión, hombres y mujeres redimidos son añadidos a una iglesia local en la cual ellos se consagran a la enseñanza, a la comunión, a la Cena del Señor, y a la oración. Todos los miembros de la Iglesia universal deben ser una parte vital y comprometida de una Iglesia local. En este contexto somos llamados a caminar de acuerdo a un Nuevo Pacto como el pueblo de Dios y demostrar la realidad del Reino de Dios. El Cristo ascendido ha dado dones y ministerios a la Iglesia (incluyendo apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros) para equipar al cuerpo de Cristo para que pueda crecer y madurar. A través de estos dones ministeriales, todos los miembros de la Iglesia deberán ser alimentados y equipados para la obra del ministerio. La mujer tiene un papel de vital importancia en la vida de la iglesia. Sin embargo, de acuerdo al diseño de Dios en la creación, no se le permite a la mujer “enseñar ni ejercer dominio sobre el hombre” (I Ti 2:12). El liderazgo en la Iglesia es masculino. En el contexto de la congregación local, el pueblo de Dios recibe cuidado y dirección pastoral y la oportunidad de poner en práctica sus dones dados por Dios para Su servicio, el cual consiste en servirse los unos a los otros y al mundo.
Los Sacramentos de la Iglesia
El bautismo en agua es solo para aquellos que han recibido el beneficio salvador de la obra expiatoria de Cristo y que se han convertido en Sus discípulos. Por lo tanto, en obediencia al mandato de Cristo y como un testimonio a Dios, a la Iglesia, a uno mismo y al mundo, el creyente debe ser bautizado en agua por inmersión en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El bautismo en agua es una demostración visible de la unión de una persona con Cristo en la semejanza de Su muerte y resurrección. Significa que su vida pasada ha muerto y vívidamente representa su liberación del dominio del pecado. De la misma manera que el bautismo en agua, la Cena del Señor la deben recibir sólo aquellos que se han convertido en seguidores genuinos de Cristo. Esta ordenanza simboliza el quebrantamiento del cuerpo de Cristo y el derramamiento de Su sangre por nosotros y debe ser observada repetidamente a través de toda la vida Cristiana como una indicación de nuestra participación continua en los beneficios expiatorios de la muerte de Cristo. Cada vez que participamos de la Cena del Señor con una actitud de fe, examinándonos a nosotros mismos, recordamos y proclamamos la muerte del Señor, recibimos alimento espiritual para nuestras almas y manifestamos nuestra unidad con los demás miembros del cuerpo de Cristo.
La Consumación
La Consumación de todas las cosas incluye el glorioso regreso personal y visible de Jesucristo, la resurrección de los muertos y el traslado de aquellos vivos en Cristo, el juicio de los justos y los impíos y el cumplimiento del Reino de Cristo en los cielos nuevos y la tierra nueva. En la Consumación, Satanás con sus huestes y con todos aquellos que no estén en Cristo serán finalmente separados de la benigna presencia de Dios, sufriendo el castigo eterno, pero los justos en cuerpos gloriosos vivirán y reinarán con Él para siempre. Casada con Cristo como Su Esposa, la Iglesia estará en la presencia de Dios para siempre, sirviéndole y dándole interminable alabanza y gloria. Entonces, la ansiosa espera de la creación será cumplida y toda la tierra proclamará la gloria de Dios, quien hace nuevas todas las cosas.